Por Joaquín Mirkin
“Si no estás sentado en la mesa, probablemente estarás en el menú”. Frase habitual en el mundo de los Asuntos Públicos, en Washington. ¿Qué significa? Pues que el poder y la influencia son claves para tomar decisiones; y si no, se está en cierta irrelevancia, donde otros deciden.
España es hoy un país desarrollado, de ingresos notables, seguro y estable, plenamente integrado en Europa. Su progreso económico y social de las últimas décadas es ejemplar. El país se ha globalizado, expandiendo sus empresas por todo el mundo, especialmente en América Latina, y ha ganado prestigio y reputación propios de un país desarrollado, un buen sitio para vivir, visitar e invertir.
Pese a sus relevantes logros -en un período corto de tiempo-, es evidente que el país precisa mayor innovación, expandir su ecosistema emprendedor, profundizar la digitalización y avanzar en la transición verde. Para ello, no sólo requiere de acometer transformaciones internas sino aumentar su capacidad de proyectar influencia internacional.
Estados Unidos y la República Popular China conforman el eje vertebral de la geopolítica actual. El comercio bilateral ha alcanzado un récord de 700.000 millones de dólares en 2021. La pandemia ha expandido el Capitalismo de la Cuarta Revolución Industrial hacia la mayor integración económica global de la Historia.
La dificultad reside en que “al no haber países dispuestos o capaces de proporcionar un liderazgo global, el mundo es un desorden”, explica Eurasia Group en su último reporte sobre Riesgos Globales 2022. Enfrentamos un escenario internacional en el que proliferan los riesgos. Basta observar el manejo internacional de la pandemia y las respuestas al Cambio Climático; o casos de diferente índole, sin un abordaje común, como Irán, Ucrania, Taiwán, Venezuela y Kazajistán.
En “España en 2022: perspectivas y desafíos de influencia e imagen exterior”, el Real Instituto Elcano hace un análisis pormenorizado de la imagen del país, que se mantiene alta, pese a cierto descenso en la pandemia. España cuenta con prestigio, sin embargo, más allá de un gobierno específico, su influencia es cuanto menos mejorable.
El crispado clima político interno, las discontinuidades de la acción exterior, y una década de austeridad explican la pérdida de influencia, según Badillo, González Enríquez, Molina y Tamames, analistas del Real Instituto Elcano. “España sigue sin converger todavía con el gasto en política exterior y de seguridad que hacen los países europeos de referencia”, señalan.
A pesar de que la relación bilateral entre Madrid y Washington, Beijing o Bruselas es buena, da la impresión de que los vínculos podrían mejorar mucho más, tornándose político-estratégicos. Los espacios vacíos geopolíticos no señalan sólo debilidades, sino que indican donde se hallan también las posibilidades.
En este sentido, el binomio Washington-Nueva York es clave. Resulta un polo de poder ineludible. Educar al gobierno federal, a legisladores, a Think Tanks y Cámaras empresariales, a medios, inversores, a comunidades de enorme importancia -como la latina y la judía- sobre qué es España en 2022 y mostrar sus múltiples atributos positivos resulta estratégico. También las ciudades y comunidades autónomas deberían ejercer influencia allí.
En cuanto a Bruselas, a pesar de su dificultad para conformar una fuerza militar autónoma (al menos, de momento, como hemos escrito ya en este Escala de Grises), se trata de un polo de decisiones directo, no sólo un regulador de prácticamente todos los asuntos vitales para el país, sino también un marco de poder normativo de prestigio global. En cuanto a la República Popular China, con una población de 1.400 millones de habitantes es presente y futuro. En 2035, dispondrá de un PBI per cápita de 30.000 dólares anuales, triplicando los niveles actuales, y se convertirá así en el mayor mercado mundial.
España precisa liderar nuevas acciones (estratégicas, vitales) para convertirse en puente entre Washington, Bruselas y los países más importantes de América Latina (y desde esa triple conexión, ante China). Para ello, es imprescindible mayor inversión y liderazgo en dos ejes fundamentales: Comunicación y Relaciones clave, que permitan el forjamiento de nuevas alianzas y el acceso a los responsables de la formulación de políticas en un mundo en cambio constante, para estar sentado a la mesa.
Los ejemplos del liderazgo y la influencia política-institucional (y digital) de Alemania, Canadá, Japón e Israel resultan aleccionadores. Estos casos virtuosos están logrando un salto transformacional en sus economías a nivel interno, acompañados de mayor acción e influencia efectiva internacional.
Este artículo ha sido originalmente publicado en el blog de la consultora Torres y Carrera, Consultores de Comunicación, el 14 de enero de 2022. Más información aquí.